Sosteniendo el mundo con el dedo



El amanecer llegó y mi sombra se vio rodeada de otras más, juguetearon, rieron, lloraron, se quisieron y se marcharon. Todas son negras dirán, todas son igual de frías, incapaces de reemplazar lo irreemplazable, mas todo en la vida tiene su excepción, su contra regla, aquello que se sale de todo lo físicamente posible, aquello que se dice que no existe, existe, pero el hecho de que no lo hayamos visto nunca no puede negársele su vagar por el mundo. Tal vez es una ilusión, tal vez simplemente se perdió la razón y no es posible poner pies ante un sano juicio. 
La noche llegó nuevamente, las sombras se unen al mundo y otra vez toca caminar a ciegas... ¿a ciegas realmente? El mundo que antes se podía levantar son el dedo índice pesa más que nunca, claro, está cargado de cosas nuevas y cosas viejas que nunca antes había visto. El sauce de la isla desierta me habló una vez de esto, y me comentó que la única forma de volver a aligerar el peso, es conseguir una fuente de luz lo suficientemente fuerte para eliminar las cadenas que generan la sombra de la noche, y que ese mundo, nuevamente se aligere y pueda pasearlo como una semilla de un diente de león pasea por el firmamento.

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